¿Qué busca un hombre en una mujer? Mi conclusión después de escribir este texto, es “no tengo idea”. Tampoco me interesa mucho saberlo, ni creo haber andado con molde buscando una mujer hasta el minuto en que la encontré. Más de una vez, una que otra amiga o compañera eventual de círculo en alguna reunión, sale con el temita para saber, casi por asalto, la opinión de los tipos presentes. Este es el relato de cómo una conversación madrugada en horas de trasnoche, terminó en este post sobre periodistas rockeritos de pacotilla.
( Por favor, dense la lata de buscar en el archivo del sitio, mis otros escritos. Aún no sé como hacer un menú a un costado de la pantalla. Si les interesa, están ordenador por fecha y son tan desechables como este; dignos de un papelero como este, al fin y al cabo).
Acabo de mojarme la cara para quitarme el letargo propio de las cuatro de la mañana. Me cambié de casa hace menos de una semana y he ocupado las noches en ordenar libros y distraerme leyendo pedazos de uno y otro, antes de ubicarlos en la repisa. Un par de meses atrás, casi a esta misma hora, de visita en casa de mi abuela, me levantaba en busca de un café que templara un poquito mi resfriada garganta y me diera el ánimo suficiente para estudiar.
No llevaba media hora leyendo, cuando mi tía apareció en el comedor. Ella, a las ocho debía tomar el bus para viajar a su casa, en Argentina, a nueve horas de la ciudad en que estábamos. Con el ruido que hice yo al levantarme, ella pensó que ya iba siendo hora de que ella también se levantara para acercar las maletas a la puerta. Cuando supo que apenas eran las 3:30 am, se decidió a no dormir más hasta subirse en el bus.
Poco me costó armar conversa con ella; no estaba entusiasmado en absoluto con mi estudio y tenía muchas ganas de aprovechar de hablar, considerando que la veo cada tres o cuatro años, con suerte. Además, vive en un país que llama mucho la atención, y no me demoré en contarle mi afición por ver programas de TV de allá y por leer y seguir a ciertos periodistas argentinos. Después de los “Menem-eos” y chachareos “gaseosos” sobre Kirchner, propios de cualquier conversa entre chilenos y trasandinos en estos días (aunque en rigor, mi tía sigue siendo chilena), terminamos hablando del periodista Roberto Pettinatto.
Mi tía se declaró seguidora de “Indomables”, el programa diario que conduce este tipo en el canal América, de su país. Yo fui fanático del programa mientras pude verlo ( me cambié de sistema de cable), oyente más o menos frecuente de Sumo ( grupo del que Pettinatto fue saxofonista) y seguidor de “Petti” como animal televisivo y musical desde que lo pillé en algún zapping y más aún cuando leí una entrevista a él.
Toda la lata anterior, la di para empezar ahora a escribir sobre una anécdota del personaje que gatilló el tema de este escrito. A fines de los `70, Roberto Pettinatto era un adolescente, lector de la revista bonaerense “Expreso Imaginario”, dedicada en gran parte a la música rock; ocioso, no encontró nada mejor que escribir a la revista dando sugerencias, pero bajo el nombre de Laura Ponte de Ramos Mejía, la que se definía como una “mina, chica, `yegua`”. La redacción entera peló el cable al leer las cartas de Laura, que les calentaba la sopa en cada entrega y provocaba osadas divagaciones entre los periodistas acerca de su real apariencia y personalidad. Todos prendados de la Ponte.
Tres años después del intercambio de cartas con los periodistas de “Expreso Imaginario”, ya como colega de profesión de los tipos que agarró pa`l hueveo, Pettinato se convirtió en director de la revista.
“Un día, en el Parque Rivadavia, me lo crucé a Claudio Kleimman (periodista del “Expreso...”) y le dije : Laura Ponte soy yo. Y él: Nooo, no puede ser verdad, todos en la redacción estamos locos con ella”, contó Pettinatto en 2003 a Rolling Stone.
Le contaba yo a mi tía que había descubierto plagios descarados de la televisión chilena hacia la argentina, y ya habíamos dejado a un lado a Pettinatto, cuando recordó: “el otro día vi acá un programa igualito auno de Argentina, en que cuentan la historia de alguien y salen dando testimonios familiares y amigos, nombrados con letras blancas en minúscula”. No demoré en darme cuenta que el plagiador era Biografías, de Canal 13, que según me dio a entender mi pariente desvelada, era calcado hasta en la gráfica a un espacio televisivo que al otro lado de la cordillera lleva por lo menos cinco años con un nombre que no recuerdo.
En ese mismo programa, apareció Roberto Pettinatto contando como parte de su historia de vida, que se vio obligado a parar la broma de Laura Ponte cuando se tornó tragicómica y un poco macabra: uno de los periodistas, que más tarde fue su compañero de trabajo, a vuelta de correo de una de las tantas cartas, le pidió matrimonio a Laura. Pettinatto, que al principio se deshizo en carcajadas al leer el escrito, se las tragó al saber de la decepción de quien proponía el sagrado vínculo y de todo el equipo de la revista que casi le saca la cresta cuando supieron la verdad.
- “Yo me di cuenta en esa época de que, en la Argentina, los periodistas de rock lo único que querían era conocer a una tipa que fuera como ellos, que no fuera ni muy hippie ni muy brasileña ni muy llena de incienso ni feo olor en la concha, querían una mina copada... Y empecé a escribir como una mina con fuerza, que se cagaba en todo, y se la re-comieron, la querían conocer”.
Ahora pienso, si es que yo, mis contemporáneos, y por último, mis compañeros que estudian para periodistas al igual que yo, y que en general de rockeros tienen poco, andan buscando algo parecido. Bueno, no tomé en cuenta esta cita al azar, ni tampoco gasté párrafos para llegar a ella si no creyera que, en al menos en una porción de mi círculo cercano, el discurso público de búsqueda de una mina, es más o menos parecido.
Las lanas de cualquier tipo, parecen estar descartadas, por lindas, simpáticas o “copadas” que parezcan; vetadas y ultra-estigmatizadas, ya sean de chaleco chilote, que parezcan tener o tengan olor a sobaco (tanto peor), “olor feo en la concha” (tanto peor) o pasadas a olor de velas aromáticas y vestidas con ropa de lana con colores fosforescentes y zapatillas de marca “extrañamente” conocida (seguro se va a justificar diciendo que es regalo). Varias veces he escuchado “es rica ella, lo malo es que es media lanita”.
Ojo, que con esta enumeración de carteles que veo circular sobre las minas, no estoy panfleteando un dogma acerca de cómo deben ser. Recojo, sí, es cierto, con cero rigor en mis mediciones, lo que he oído circular o concluyo en mi cabecita.
También quedan descartadas, sobretodo para aquellos rockerillos o perio-rockeros, cualquier exponente con placeres culpables, musicalmente hablando, que provengan de la FM Dos o de la banda sonora de alguna telenovela. Eso, pensando en aquél placer estrictamente como excepción a la regla de sus gustos. Ni hablar de las que guarden algún CD o rincón con MP3 de Cristián Castro; seguramente, una de esas minas va a vacilar contigo una versión fogateada de “Wish you were here” o de “No woman no cry” cantada por el amenizador de alguna velada al calor de algún botellón.
Claro, entiendo que, animalezcos que somos los hombres, (era que no) no hay regla que resista un buen trasero o una delantera portentosa. Siempre será bienvenida una cumbianchera que mueva bien la cola, por más que el lunes tengas que esconderla de tus amigotes (hombres y mujeres) de correas neuronales más espesas, y por mucho que los machos se hayan cuarteado con fastidio más de una vez con tu chica.
Fundamental y saludable puede resultar que una mina no te eche en cara que te pilló viendo, de puro califa, Mekano, Fashion TV o Rompeportones en la tele, a punto de desenvainar la espada, sin que tenga obligatoriamente que despedazar con un dejo de envidia la anatomía que aparece en pantalla. Mejor es que se desentienda ( o se haga la desentendida) y se siente al lado tuyo, y sin previo aviso, te tenga atracando con ella sin saber cuándo el canal pasó a CNN o simplemente no viste más la pantalla.
En realidad, sí, que despedace a cualquier invento siliconoso de la tele, pero con displicencia. Con la misma con la que diría lo-que-piensa-sin-importar-a-quien-le-moleste, pero mesuradamente y sin hacer escándalo; mejor si su opinión queda clara aún cuando no haya hablado.
Y, guinda de la torta, que sea capaz de posar su paladar etílico por cualquier bebida y cualquier expendio sin preocuparse del estilo del lugar. Tanto mejor si en una de tus primeras citas, te acepta un trago callejeado en alguna vereda, a la salida de una fiesta que ambos abandonaron “por fome”.
Leo la sarta de situaciones y personajes que enumeré, y ni yo mismo sé de dónde saqué tanta huevada. Así es que, mi broche de oro, como envase de esta mina enlatada en conserva que acabo de producir, es con jeans medianamente ajustados, levemente anchos hacia los tobillos y flores a lo neo hippie (ya excluimos lo indeseable de esa onda) y corsé azul violáceo para el torso. Pelo tomado con algún pinche o chuchería propia de paquetería (este tema ya no lo manejo) y ojalá sin un teñido vistoso en la chasca (tampoco se trata de andar con un árbol de pascua). Y por supuesto, zapatos con hebilla, ojalá azules y de goma.
Fin. Ya creé mi propia Laura Ponte para agarrar pa´l hueveo a más de algún grupo de amigos que estén detrás de un pasquín o programa de radio. A ver si termino negreándolos como director en un par de años.
como diría la Ale... muy iroNICO ^^
Escrito por Caracola a las 28 de Agosto 2004 a las 09:06 AMhomre precaguido - persevido... ¡¿wá?!...
Escrito por pepeconcha a las 16 de Septiembre 2004 a las 04:30 AMuhm...y que crees tu que buscan las mujeres en un hombre...(ademas de plata ...seguro vas a salir con algo asi)
un amigo hace unos dias me dijo q le gustaban las minas q hablaran poco y tiernas...y yo me dije con razon somos amigos nomas.
la clave de la amistad el odio mutuo :)
Escrito por ale a las 24 de Octubre 2004 a las 06:34 AM